La pérdida o déficit sensorial constituye una gran limitación en la vida de un paciente. Nuestro sistema táctil nos aporta información sobre lo que estamos tocando. A través de los receptores de nuestra piel, somos capaces de identificar las diferentes texturas, formas, tamaños y pesos; además del dolor y la temperatura.
Para tener un buen desempeño de nuestra vida diaria hay que tener una buena integración sensitiva. ¿Cómo cogeríamos cosas del bolso sin mirar en él? ¿Cómo cambiaríamos la marcha del coche? ¿Cómo nos abrocharemos el sujetador?
La sensibilidad se define como la capacidad de las personas para interpretar los estímulos que tenemos a nuestro alrededor. La sensibilidad somática nos permite ser conscientes tanto de los cambios internos que se producen en nuestro organismo, así como de los cambios externos del mundo que nos rodea.
Es importante realizar una valoración exhaustiva de la sensibilidad para poder planificar el tratamiento, y para ello existen numerosas pruebas. No hay un único test que valore la función completa de la sensibilidad, por lo que hay que trabajar con un gran espectro de pruebas.
Una vez realizada la valoración se planifican los objetivos que nos guiarán en la intervención. El objetivo final de la reeducación sensorial es mejorar o aumentar la sensación útil.
El tratamiento incluirá distintos estímulos como diferentes roces, presiones, golpes suaves y cachetes. Podremos utilizar de la misma forma distintos elementos como arena, cepillos, pelotas y tejidos, además de la manipulación de diferentes objetos con bordes pronunciados y aristas.
Fuente: emalbacete.es