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20 Abr 2023 | Jornadas de divulgación

Vejez y envejecimiento 2030. Desafíos y oportunidades para toda la sociedad”

Hoy, en DomusVi Arandia, os queremos contar que el lunes en en Caixa Forum de Madrid, la cátedra de la  Fundación La Caixa organizó una reveladora ponencia sobre “Vejez y envejecimiento 2030. Desafíos y oportunidades para toda la sociedad” con uno de los gerontólogos más importantes de este país como es Javier Yanguas. Muchos os acordareis de él por que el pasado enero tuvimos el regalo de tenerle en el centro ofreciendo una charla a residentes, familias y trabajadores sobre soledad que a todxs nos encantó. 

Ayer, cientos de personas y miles a través de streaming pudimos disfrutar de sus reflexiones y sobre todo de su mirada distinta, trasgresora e imprescindible sobre cómo afrontar la vejez con los cambios que se están produciendo debido al aumento de la esperanza de vida. Mirada distinta que por ejemplo en nuestro sector, comienza a darse y en el que Javi es promotor y asesor de las instituciones que nos dirigen. 

En su ponencia pudimos escuchar ideas muy interesantes que no nos dejaron impasibles y que aún continuamos saboreando reflexionándolas. Por eso hoy queríamos dedicar este post a contaros algunas de esas  “iluminaciones” para poder contribuir a ese cambio de mirada que urge con respecto a los mayores. 

La ponencia comenzó describiendo brevemente cómo ha cambiado esta etapa de la vida, hoy por hoy, la vejez puede extenderse durante 30 ó 40 años de la vida de las personas. Por eso, el primer reto debe ser no entender la vejez como una sola etapa sino con muchas etapas muy diversas entre sí. Pensad en los cambios que se producen en cualquier persona de los 0 a los 40 años; nunca podríamos afrontar eso como una etapa homogénea no? Pues con la vejez lo estamos haciendo y es un error. En la sociedad, el aumento de la esperanza de vida lo hemos trasformado simplemente en un “vivir más años” y no somos conscientes de que ese aumento de años, está trasformando la vida, el tipo de vida, en definitiva, el ciclo vital. Esto nos lleva a situaciones que antes no nos encontrábamos y que no debemos obviar. La vejez ya no es la etapa de la vida donde sólo nos encontramos deterioro y vulnerabilidad sino que en la actualidad, también es una época de crecimiento personal y culminación de nuestro proyecto de vida. Por eso, debemos mirar a la vejez desde esta doble perspectiva; como una etapa de oportunidades personales donde también, a veces, surge la fragilidad y la vulnerabilidad. 

A día de hoy, la vejez es el momento de la vida más complejo y heterogéneo y el verdadero reto debe ser no vivir más, sino “vivir existiendo”, viviendo una vida llena de significado y sentido. 

El modelo vigente hasta hoy, ese modelo del “envejecimiento activo” ha planteado como directriz general que para una buena vejez había que llenar esos años de más de la vida con actividades, haciendo sin parar cosas, por que subliminalmente se entendía que si nos pasábamos el día haciendo y haciendo cosas podríamos eludir la dependencia. Esta cuestión además de no corresponderse con lo que muchas veces pasa, durante años ha dejado “en los márgenes” a muchos mayores; a los que no podían realizar estas actividades, los que no querían hacerlas  y a los que presentaban vulnerabilidad. Además este modelo del “mayor hiperactivo” tampoco atiende a la realización de actividades relevantes, con sentido para nosotrxs, que supongan crecimiento personal. Hasta ahora, con llenar ese tiempo de vida con tareas era suficiente y hoy el reto está en llenar ese tiempo de plenitud personal, de sentido, de significado; para cada uno el nuestro, el propio, diferenciado del de los demás. Hoy hablamos ya de Proyecto de Vida. 

Esto implica un cambio general y un cambio trascendental de mirada; debemos pasar de tener un modelo dirigido para ellxs sin contar con ellxs a modelos flexibles y dinámicos que ellxs mismx dirijan. Con una mirada donde los puntos  claves sean las oportunidades, las potencialidades, el desarrollo personal, el compromiso social y el sentido de comunidad podríamos establecer otras maneras mucho mejores y más ajustadas a la realidad social para atender a la vejez en toda su diversidad. Este cambio es absolutamente necesario y urge. 

Según el gerontólogo, los nuevos modelos deben basarse en el “ser” y no en el “hacer”, también deben basarse en la justicia intergeneracional abriéndoles a los retos de las diferentes etapas vitales de la sociedad y de su comunidad más allá de los retos de su propio colectivo. 

Afirmó con rotundidad que necesitamos modelos mucho más personalizados, en el que los mayores participen de verdad, no que se les dirija desde fuera y que busque el máximo desarrollo personal y colectivo desde una categoría existencial, es decir, lo que cada uno de ellos es capaz de trasformar en la sociedad. 

La vejez debe entenderse como objeto de posibilidades y no sólo de necesidades y para ello es necesario empoderarles comprendiendo lo que realmente desean de la vida, lo que les impulsa de verdad a seguir hacia delante, preguntándoles sobre cómo lograr su vida plena, en definitiva, escuchándoles y teniéndoles en cuenta. Si logramos una mirada social donde consideramos que sus relaciones personales (las que tienen un significado real y son relevantes) son importantes al igual que sus proyectos, el ayudar a otros, sus logros, su espiritualidad y la contribución a la equidad y al bien común, lograremos un colectivo de mayores que pueden constituir un “ejercito de transformación social” donde poder paliar el individualismo creciente en la sociedad y los malestares y soledad no deseada derivadas de ella. 

Una reflexión que nos ha parecido verdaderamente reveladora pero que en el fondo es un bofetón terrible de realidad es que nunca, como hasta ahora, habíamos tenido tantos años para relacionarnos entre nosotrxs, con nuestrxs padres, con nuestrxs hijos y sin embargo, es la etapa donde las relaciones interpersonales son más frágiles” y todo esto es consecuencia de la tendencia social de relaciones basadas en el coste-beneficio, es decir, me implico con alguien emocionalmente mientras pueda recibir lo mismo de dicha persona y si mi “costo” personal no es muy alto, obligándome a sacrificar otras cosas. 

Por eso debemos “tejer y volver a tejer” nuestras relaciones sociales y los mayores pueden contribuir de manera activa en esto ya que ellxs se relacionaban de esa manera, implicándose en el cuidado mutuo.

Otro reto fundamental que plantea Yanguas es el de asumir riesgos. Hasta ahora en todos los modelos dedicados a atender la vejez ha primado la seguridad frente a todo lo demás, el que no les pase nada y durante décadas esto ha conllevado una privación de su autonomía, capacidad decisoria en pro de no tener riesgo alguno. Pero como decía la filosofa francesa Anne Duformantelle les robamos el “elogio del riesgo”, es decir, todas las personas necesitamos correr el riesgo inherente a vivir la vida”. Una buena vejez debe tratar de seguir hacia delante con lo que hacemos, equilibrando el riesgo. 

En definitiva y como idea que resume todas estas reflexiones, se planteó en la ponencia la necesidad imperiosa de entender los cuidados a los mayores no como algo instrumental como hasta ahora (te doy de comer, te aseo, te propongo actividades físicas y mentales buenas para ti) sino como un acompañamiento compartido con el mayor hacia su propio proyecto de vida, basado en lo que puede y atendiendo a lo que necesita. Por eso, se necesitan servicios de proximidad, cerca de casa, una atención absolutamente centrada en cada persona en los centros, basados en los principio éticos mínimos como son la autonomía, la justicia y la equidad.  

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