Esta mañana, como cada viernes, en DomusVi Arandia dedicamos la terapia en segunda planta a realizar una actividad musical. Con el fin no sólo de disfrutar, nuestrxs residentes eligen las canciones (potenciando de esa manera la capacidad cerebral de búsqueda de información y recuperación de recuerdos así como su empoderamiento en la toma de decisiones según sus capacidades y potencialidades) y, no sabemos por qué (para todo el la vida no hay una explicación científica🧐, igual las razones las encontraríamos en las emociones) cada viernes eligen artistas y melodías muy alegres con mucho ritmo. La actividad además busca una experiencia vivencial propia, es decir, que cada residente pueda disfrutar de la música de la forma que elija: con los ojos cerrados, escuchando nada más, cantando, bailando, etc. (trabajando indirectamente la espontaneidad, capacidad que ya en etapas tempranas las demencias suelen querer arrebatar y por lo tanto, manteniendo la identidad personal de cada uno de ellxs). Y, como todos sabéis, la música moviliza todas nuestras emociones y éstas cuando son muy intensas tienen la capacidad por si mismas de contagiar a otrxs. Y hoy, como por arte de magia, se ha obrado el milagro de la música; nuestro personal auxiliar y nuestra peluquera, Miren ya desde el inicio se han inoculado de ese virus maravilloso que es la música y han compaginado las tareas que las ocupaban con una intervención directa sobre esta actividad. De este modo, auxiliares, peluquera, psicóloga y nuestrxs residentes hemos formado un equipo ejemplar en esta actividad que con su involucración ha resultado mucho más significativa. Hemos acabado cantando a pleno pulmón, jaleando palmas sin parar y bailando mucho.
