Noviembre es un mes extraño. Aún no es el final del año, pero sentimos que ya no nos queda más tiempo. Es el mes para reflexionar lo que han sido los meses pasados y el momento para seguir andando fuerte, para llegar finalmente a diciembre, el fin. En este poema, Zipfel nos invita a seguir caminando, a dar los últimos y primeros pasos, a fugarnos del pasado y correr hacía ningún lado. Lo desconocido vendrá solo y lo reconoceremos, porque somos hombres que sufren, que destruyen, que recuerdan y noviembre es el mes perfecto para esto.
Estamos caminando, vamos, vamos:
Con pasos de gigantes por la prisa llegamos
a tropezar esquinas, ciudades… Mensajeros
de nuestra propia inquietud sin paralelos,
doblegando las rosas, flagelando los sueños,
emplayando la vida en hormigueros
sin darle oasis, naufragando en vuelos…
Estamos continuando, nos fugamos
por el cristal opaco del silencio,
metidos en el rápido infortunio
de las premuras, del viento ensordeciendo,
de la mañana inadvertida que saluda
este llover sin calma que alquilamos.
Pues inquilinos del planeta andamos
buscando el nuevo campo. Nos mudamos
sin conocer el ámbito primero
que suspiró en la sangre,
sin oir los balcones que emitían señales,
sin descubrir el rastro que dejaron los viajes
de aquellos que llenaron de ser nuestras estancias…
Los vasos capilares se amedrentan de golpe.
Entre piedras se cruzan los fuegos esenciales
y estamos fatigados, desiertos, enrolados
en las torres opacadas de premuras sin flor.
Se sudan los cristales sin responder al toque:
Anuncia la mañana de nuevo, humilde brote…
pero forzamos, necios, la mirada y el canto:
Seguimos caminando. ¡Y vamos, vamos, vamos!
