¡Buenas a todos!
Esta semana vengo a hablaros de una patología bastante conocida, sobre todo en el ámbito deportivo, pero que también puede aparecer en personas mayores: la “epicondilitis” o “codo del tenista”.
La epicondilitis aborda un proceso doloroso en la cara externa del codo, el epicóndilo. A pesar de llevar el sufijo -itis, que nos haría pensar en una entidad inflamatoria (y que es justamente lo que se pensaba que ocurría), los estudios más recientes indican que no existe un proceso inflamatorio como tal, sino más bien un proceso degenerativo. Es una patología que suele aparecer con más frecuencia en mujeres, y cuya edad de aparición suele estar entre os 30 y los 60 años, aunque aparece también en otros rangos de edad.
El codo, en situaciones que requieran movimientos repetitivos (deportes de raqueta, profesionales del sector aeronáutico o industrial, etc) va a sufrir un estrés continuado en su cara exterior: es lo que conocemos como traumatismos indirectos. Esto, más que provocar una inflamación del tejido, va a provocar una desorganización del colágeno, una proteína indispensable en nuestros tejidos. Eso, sumado también a cambios somatosensoriales (es decir, cambios en la percepción de nuestro cerebro sobre la zona afectada), provocarán dolor.
Así, estaríamos hablando de una “tendinosis”, haciendo referencia a esa degeneración del tendón, y no de una “tendinitis”, que aunque es posible, no es la entidad más frecuente.
¿Y cómo se debería tratar esta patología?
Lo habitual suele ser masaje, ultrasonidos, estiramientos, e infiltraciones de corticoides a nivel local.
Sin embargo, ninguno de estos tratamientos se ve lo suficientemente respaldado por la evidencia científica más actual.
Es el ejercicio terapéutico, y en concreto la modalidad del trabajo excéntrico, la que más evidencia nos muestra.
El ejercicio excéntrico es aquel en que el músculo ofrece cierta resistencia al estiramiento. Esto, a nivel histológico, ha demostrado mejorar la reorganización de ese colágeno del que os hablaba antes, además de disminuir el dolor, al involucrar procesos moduladores periféricos y centrales del dolor. La mayoría de autores coinciden en 3 series de 10 repeticiones, con el codo en extensión y pronación del antebrazo.
Sumado a esto, también sería conveniente explorar el estado del tejido nervioso (muchas “epicondilitis” se pueden confundir con problemas del nervio radial), la existencia o no de puntos gatillo miofasciales (los autores coinciden en que el músculo más afectado es el extensor radial corto del carpo, que también provoca dolor referido a la muñeca), la estabilidad del codo, y otros parámetros como la fuerza.
En definitiva, un buen diagnóstico es fundamental para elegir el tratamiento adecuado, y eso elevará exponencialmente las posibilidades de éxito.
Espero que os ayude esta información, y nos vemos en la siguiente entrada. ¡Un saludo!
Agustín
Fisioterapeuta