Hoy, desde la Residencia Ribera, queremos compartir con todxs vosotrxs esta reflexión de una de nuestras compañeras gerocultoras, Vane.
Y en los pocos ratos que tengo durante las horas que estoy rodeada de la gente de antaño, me doy cuenta de la necesidad de ell@s por sentir la conexión de miradas con los suyos.
A pesar de no verse la cara totalmente por la maldita mascara que nos parte la cara, los ojos dicen mucho de ell@s, y son el espejo de la alegría, la pena, la incertidumbre y la espera.
A la espera de la visita que les conceden ves el movimiento inconsciente de los dedos de sus manos, la mirada nerviosa tras el cristal; me miran esperando mis palabras “Mira que ha venido a verte…”.
La luz de sus ojos no se puede expresar, en ocasiones alzan los brazos a la espera de calor familiar, de la unión de lazos, pero el maldito temor al contagio de la enfermedad impide ese calor tan necesario para ell@s.
Que todo esto acabe pronto y los brazos, las miradas y el corazón se alcen por fin, dejando atrás el malpasar y dejar paso a la felicidad de nuestra gente de antaño que merece sentirse en los últimos años de sus vidas, querida, amada, viva y acompañada.
Vanedu