En nuestra residencia contamos con un esplendoroso jardín que hace las delicias de todos y cada uno de nosotros. En él salimos a pasear, respiramos el aire puro que de él emana, nos alegramos la vista con las montañas de la virgen Sierra de las Nieves, entramos en contacto con la naturaleza, nos deleitamos con el dulce olor de las tersas flores, estrechamos lazos con otros residentes y nos dejamos seducir por los cálidos rayos de sol. ¿Se puede pedir más?.
Toda una suerte de la que gozamos siempre en buena compañía. El contacto con el entorno nos ayuda a sentirnos mejor, nos permite caminar para ejercitar nuestros músculos y fortalecer nuestros huesos, el sol nos aporta la vitamina d tan necesaria para nuestra salud y al ser un espacio diáfano, nos produce una sensación de libertad y de conexión con las raíces de la madre naturaleza.
Oír la brisa del viento, saborear el cántico de los pájaros, cuidar de nuestras plantas, regar las coloridas flores que adornan el jardín, nos permite hacernos sentir como parte de algo más grande que va más allá del yo y nos extrapola a un nosotros en donde la generosidad brilla por su presencia, dotándonos de un sentido de pertenencia a algo más grandioso que es fruto de nuestro cuidado, esmero, esfuerzo y atención. Es por ello, que nuestros residentes son flores y las flores son amores, lo que se traduce en que cada uno de esta gran familia que hemos creamos en Domus Vi Sierra de las Nieves son amores.