Y se volvieron a abrir las puertas del templo para abrazar al Cautivo de San Pablo y a su Madre del Rosario, se llenaron las calles del rachear del esparto, de capirotes enlutados y capas color crema para recibir al hijo de Dios como se merece, entre Palmas y lágrimas de alegría y allí estábamos nosotros en la revirá de Sinaí como cada Lunes Santo para recibirlo y en la espera de que el Domingo de Resurrección vuelva a ese barrio que lo espera con ansia.