La pérdida de movilidad y la dificultad para caminar son consecuencias habituales de la edad. Conforme nos hacemos mayores, nos cuesta más andar (o, al menos, al ritmo al que lo hacíamos antes), subir escaleras es un gran esfuerzo y hacer algunas tareas que antes nos resultaban sencillas ya no es tan fácil. Cuando las piernas ya no responden como antes, es normal necesitar un poco de ayuda para seguir siendo independientes y movernos solos por casa o salir a pasear.
En España, hay aproximadamente 1,5 millones de personas que tienen 85 años o más. A estas personas mayores, que suelen tener problemas de movilidad, se les suman aquellas que tienen algún tipo de enfermedad o discapacidad que les afecta al movimiento. Según datos que maneja TKE Home Solutions, la compañía líder en salvaescaleras para el hogar, en España hay cerca de 2,5 millones de personas con movilidad reducida, y de ellas, siete de cada diez necesitan algún tipo de ayuda para moverse.
Los bastones, las muletas y los andadores son aliados para muchas de estas personas, que, aunque pueden moverse solas, requieren de un poco de ayuda, pero ¿cómo saber cuál de las tres opciones se adecua mejor? Los médicos y fisioterapeutas serán quienes recomienden el uso de una u otra, pero es importante conocer las tres y tener en cuenta algunas cuestiones sobre cada una.
Bastones
Es la herramienta que ofrece el apoyo más leve. Aporta un poco seguridad y permite que caminar sea más sencillo, por lo que es la mejor opción para quienes solo tienen un poco de molestias. Igualmente, es una buena ayuda para reducir el esfuerzo de una articulación dolorida.
Para que el bastón sea de calidad y realmente útil, la empuñadura debe ser ancha y gruesa, lo suficiente para poder agarrarla con toda la mano y que sea cómoda, que permita apoyarse sin clavársela en la mano. El taco debe ser de goma, para que así el bastón sea estable y se apoye con firmeza y seguridad en el suelo.
En cuanto a la posición adecuada, la empuñadura debe quedar unos cinco centímetros por debajo del trocánter mayor del fémur, es decir, de la parte más ancha de la cadera.
Lo normal (salvo que el médico indique otra cosa) es que se lleve en el brazo contrario a la pierna dolorida. Puesto que al andar movemos el brazo contrario a la pierna con la que damos el paso, la forma más natural para usarlo es en el lado no lesionado.
Muletas
Son la opción habitual después de la lesión de una pierna, cuando es necesario un poco de ayuda para mantener el equilibrio o cuando le falta fuerza a una de las piernas. No obstante, también es posible usarla a diario si se tiene un problema de movilidad. Si solo se usa una, lo usual es llevarla en el brazo contrario a la pierna lesionada, como con el bastón.
También es posible utilizar dos muletas. Permiten aligerar más el peso que soportan las piernas y normalizar la forma de andar. En ese caso, hay que intentar caminar de manera natural. Es esencial que las muletas sean lo bastante resistentes como para soportar el peso. El material más habitual suele ser el aluminio, pues es resistente y a la vez ligero. Al igual que en el caso de los bastones, la empuñadura debe quedar unos 5 centímetros por debajo del trocánter mayor del fémur. Los bastones de senderismo también pueden ser de gran ayuda para los que necesiten una cierta ayuda al andar.
Andador
Es la herramienta que se recomienda para quienes necesitan un apoyo más grande que un bastón o una muleta. Los hay esencialmente de dos tipos: los que tienen ruedas (dos o cuatro) y los que no. También suelen tener una cesta para llevar cosas o un asiento para poder parar a descansar. La opción de la cesta es muy útil, porque permite llevar las manos libres para agarrar el andador sin problemas.
Es importante que sea ligero para transportarlo con facilidad, especialmente si no tiene ruedas y hay que levantarlo cada vez que se dé un paso. Asimismo, debe regularse a la altura de la persona. Al caminar, los codos tienen que estar un poco flexionados.
Necesita un pequeño aprendizaje para que una persona mayor se mueva sola con él sin ningún riesgo. En primer lugar, hay que asegurarse de que mantiene fuerza en los brazos, pues tiene que empujar el andador o levantarlo con frecuencia (por ejemplo, si hay que pasar un bordillo o un escalón). En segundo lugar, siempre debe cogerlo con ambas manos. Por último, hay que mantener los dedos del pie dentro del andador. Los pasos no deben darse muy pegados a él, sino que hay que dejar un poco de espacio para mantener bien el equilibrio.